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jueves, 8 de marzo de 2012

Esencia de mujer

ESENCIA DE MUJER.



Título original: “Scent of a Woman”.

País y año: EEUU, 1992.

Dirección: Martin Brest.

Guión: Bo Goldman (remake de la película italiana “Profumo di donna”).

Reparto: Al Pacino, Chris O´Donnell, Gabrielle Anwar, James Rebhorn, Philip Seymour Hoffman, Richard Venture, Bradley Whitford, Ron Eldard.

Música: Thomas Newman.

Fotografía: Donald E. Thorin.



Basada en la novela “Il Buio e il Miele” de Giovanni Arpino.

Quiero partir en esta reflexión de la Conferencia del XIX Simposium de la Asociación Psicoanalítica con el artículo de Eloísa Castellano Maury “De la regresión a la desorganización” y en el que cita una frase de Pierre Marty que creo recoge la esencia de esta película. Dice así: “un ser humano agotado psíquica y somáticamente,  despliega a veces una capacidad de reacción asombrosa si otro ser humano le acompaña”.

Esto es lo que se da en esta película a través de la relación de sus dos protagonistas.

El argumento es el que sigue: Charly (Chris O´Donnell) es un joven de 17 años, responsable y de pocos recursos económicos que estudia becado en un prestigioso Colegio (Bearm). Para poder costearse el acceso a la Universidad, busca trabajos de fin de semana que le permiten ingresos extras. Para ello, es contratado para hacer compañía al Teniente Coronel Frank (Al Pacino) militar retirado, ciego y amargado por un accidente que le privó de la visión. Este hombre sólo quiere ir a New York, a ver a su familia, a divertirse, para después suicidarse. Pero va a ser Charly quien se enfrente a esta idea, ayudándole, jugándose su propia vida y, sobre todo, acompañándole por la vida con la finalidad de que trate de recuperar y dar un SENTIDO A SU VIDA.



La relación de amistad y el antagonismo de los personajes con respecto a sus vidas.



El vínculo que se establece entre ambos personajes es de una sólida amistad equiparable a la de un padre y un hijo. Desgarradora y reconfortante película que narra la atracción de los polos opuestos, cuando sus protagonistas emprenden el viaje de fin de semana que cambiará sus vidas para siempre. El coronel y Charly tienen aspiraciones vitales antagónicas. El joven desea vivir, hacer cosas y llegar a lograr sus metas. Es un personaje de gran bondad, corazón y conciencia (él mismo se lo dice al coronel: “yo tengo conciencia”) que contrasta con el militar, que cree haberlo visto todo, se encuentra hastiado de la vida y cree que ya no le queda nada más que hacer, sólo divertirse (escena del tango), acostarse con una mujer hermosa (prostituta de lujo) y conducir un Ferrari. Después de ello no le queda más que el suicidio.

Pero el vínculo de amistad, como ya he dicho anteriormente, que surge entre ellos es lo que le salva a ambos. Frank ve en Charly un pequeño resquicio de alegría, que es el que el muchacho trata de transmitir al coronel. El militar, por otra parte, trata de imbuir en Charly la suficiente dosis de “mala leche”, necesaria para enfrentarse a las dificultades de la vida.

La película contiene tres escenas memorables que son las que voy a describir y a analizar:

El Tango: escena maravillosa cuando Frank Slade saca a bailar a una chica que se encuentra sola en el mismo restaurante que él y Charly. Los diálogos que el coronel mantiene con los que le rodean son excelentes. Su personalidad, lo mismo se muestra brusca (con el camarero) que se transforma con las mujeres, con las que se comporta como un caballero. Esto es lo que ocurre cuando se acerca a Donna, se sientan ambos con ella y la invita a bailar el tango. Para él las mujeres son algo superior y bailar con una belleza como Donna, es lo mejor que puede hacer porque le reafirma en su potencia como hombre. Hay que mencionar que antes de acercarse a la chica, Slade percibe por el olor (de ahí el título de la película) que en su entorno hay una bella mujer.

En este baile del tango, lo que se da es una transmisión de emociones. La elección de la música no puede ser mejor: “Por una cabeza”, la memorable canción de Carlos Gardel.

Los diálogos entre ellos son, igualmente, magníficos. Como cuando Slade, en compañía de Charly, le pregunta si pueden sentarse con ella para que no la molesten los “moscones” , a lo que ella responde que si lo desean... pero que estará sola un momento, espera a alguien (Michel), a lo que el coronel le dice: “a veces se vive la vida en un momento... hoy saldrá el sol y se pondrá... lo demás está por decir”. Posteriormente, el militar le hace su propuesta de si quiere bailar. Ella le dirá que no sabe ya que Charly siempre ha creído que el tango es tontísimo. Él deduce que a ella le gustaría y se lo propone: “¿quiere aprender el tango?. Le ofrezco mis servicios gratis”. Ella le contesta que tiene miedo a equivocarse, a lo que Slade responde: “sólo sígame”. Donna asiente y le dice: “De acuerdo, voy a probar”. La imagen siguiente es el baile en sí mismo, de una belleza inconmesurable, a través de la interpretación de un Al Pacino ciego que se va creciendo con la música. Ella se limita a seguirle.

La siguiente escena, igualmente excelente es la del Ferrari. En esta escena Charly y el coronel entran en una tienda de coches de lujo y solicitan un Ferrari, con la consiguiente prueba inicial del mismo. El encargado no está convencido de que pueda dejar probar el coche a dos personajes, uno de los cuales, Charly, que es quien va a conducir, es excesivamente joven. Slade trata de sobornarle ofreciéndole dinero. El encargado es duro de pelar y se resiste pero, dada la insistencia de Slade, le acaba convenciendo, sin percibir su ceguera. Ambos salen en el coche, conduce Charly un tramo, pero Slade insiste en que le deje conducir a él. Charly se arriesga y, de nuevo, pone en juego su vida. El coronel no ve y él tiene que irle gritando: “siga recto, aminore, gire a la izquierda...”, al tiempo que el coronel se va apasionando y pisando más y más el acelerador, hasta que la policía les detiene. De nuevo, Slade logra que el policía no se percate de su ceguera; mantiene la calma, Charly también. El policía les deja continuar, no sin antes indicarles que vayan con cuidado.

La felicidad de Slade es inmensa y le dirá a Charly: “Lo he hecho, tienes a tu lado a un hombre feliz”.

De nuevo se ha reafirmado en su potencia y capacidad para dirigirse por la vida”. (El coche es todo un símbolo)

La tercera escena, el Discurso: tendríamos que comenzar diciendo que “la inteligencia hace a los hombres”.

Es un discurso profundo y sensible, lo que se requiere para transmitir conocimientos. Es el tipo de discurso de los que se aprende significativamente. Y se me ocurre pensar que educar a un niño, a unos jóvenes, no es hacerles aprender algo que no sabían, sino hacer de ellos alguien que no existía. Esto es, en esencia, lo que lleva a cabo la cura psicoanalítica a través de un proceso de identificación.

Es un discurso en el que se resume el principio de esta película: LA VERDAD= AROMA= OLER BIEN.

En esta escena aparece Charly con Slade. Ahora se han cambiado los papeles y es Slade quien va a acompañar al joven en su defensa, ante quienes quieren acusarle, censurarle, castigarle y, al final, destruir su proyecto de VIDA.

Frente a ellos, el otro joven “papanatas” con su papá, que va a ser quien trate de ejercer la defensa de su hijo, pero a través del encubrimiento, de la falsedad, de la mentira.

En medio de ambos bandos, el ofendido profesor, que trata de “echar a los leones” a Charly (claustro de profesores-jueces), tratando de que declare quien o quienes han sido sus ofensores y que, por tanto, delate.

Charly omite, no declara quiénes han sido los que han ofendido al profesor con su pesada broma. El profesor insiste una y otra vez en que delate. Charly se mantiene controlada y persistentemente en su posición de no delación.

Entonces, el profesor le acusa de estar mintiendo deliberadamente y le amenaza con la expulsión del Colegio, con lo que impediría que Charly tenga acceso a la Universidad. Y es, entonces, cuando entra en escena el militar que, al escuchar la acusación dirigida a su entrañable amigo, explota diciendo: “no es un soplón... todo esto es un montón de basura... ¿cuál es su lema? ¿que delaten? ¿que salven el pellejo? ¿se trata de salvar el culo?”.

El profesor se empieza a angustiar ante el tono soberbio e implacable del coronel y le pregunta: “¿ha terminado?”, a lo que, de forma irónica, Slade contesta:”apenas estoy calentándome”; continuando con sus expresiones “¡jaula de ratas!... ¿están preparando a estos menores para la madurez o matando sus principios?. El alma no es comprable. Charly no está en venta”. Refiere ahora que ha visto jóvenes en la guerra, con las piernas y los brazos amputados pero que “no hay nada tan cruel como un espíritu amputado... no hay prótesis para eso...” y que “están tratando de ejecutar su alma”.

Subiendo el tono de forma admirable y a través de una magnífica actuación (Al Pacino), continuará diciendo: “Educadores de hombres, ¡cuidado con el tipo de líderes que hacen aquí! Yo no sé si el silencio de los clanes está bien, pero él no venderá a nadie para comprar su futuro y eso se llama INTEGRIDAD. Charly ha elegido un camino hecho de principios que son los que forjan el carácter. Dejemos que continúe su andadura. Tiene su futuro en sus manos; no lo destruyan, protéjanlo... un día les hará sentirse orgullosos”.

Para finalizar, creo que el proceso que se da en esta película discurre desde la impotencia, el sin sentido de la vida y las fantasías de muerte, a su transformación en todo lo contrario: la potencia, la reafirmación, la alegría y la recuperación del deseo de vivir.

martes, 6 de marzo de 2012

Una mente maravillosa

                     UNA MENTE MARAVILLOSA.



Título original: a Beautiful Mind.

País y año: EEUU, 2001.

Dirección: Ron Howard.

Guión: Akiva Goldsman.

Reparto: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ed Harris, Paul Bettany, Adam Goldberg, Christopher Plummer, Judd Hirsch, Anthony Rapp, Austin Pendeleton, Vivien Cardona, Ron Howard.

Música: James Horner.

Fotografía: Roger Deckins.



La similitud existente entre el proceso del protagonista de “Shine”, genio pianístico, y el de “Una mente maravillosa”, genio de la matemática, hacen que me arrogue la libertad de proceder a llevar a cabo un comentario paralelo, con el fin de que el lector pueda confrontar no la similitud aparente sino, también y sobretodo, la enjundia que se aprecia en la filosofía, más bien, metafísica, de fondo, de ambos.

A modo de advertencia deseo anticipar una parte secuencial de la película en la que, desconozco si con intencionalidad expresa, Ron Howard crea al espectador una cierta confusión. Confusión que, precisamente, impide al comentarista con pretensiones esclarecedoras desde una perspectiva psicodinámica, asentarse en datos sólidos y poco o nada cuestionables.

Dado que el aspecto más relevante desde la perspectiva psicopatológica del protagonista, en su estadio patológico, vienen a ser las “alucinaciones de control”, sucede que, el proceso se desencadena con motivo de una, al parecer, evidente persecución con peligro de muerte. He aquí, sin embargo, que, en secuencia posterior, iniciado ya el brote esquizo-paranoide, la esposa de John, tras inspeccionar el Centro donde se supone que trabajaba el marido, sustrae del buzón un paquete de la correspondencia que regularmente John cursaba, secretamente-“Confidencial”- al Centro.

Con ello, pretende impactarle mostrándole que su supuesta realidad, no era otra cosa que una alucinación.

Ello nos coloca ante la disyuntiva de si todo el proceso de trabajo e investigación no es otra cosa que un delirio, sistemático, alucinatorio. Es decir, que la mente del Profesor John Forbes Nash ha construido una impresionante fantasía alucinatoria o, por el contario, se trata de una contrato y una tarea real, cuyo desempeño por parte del profesor constituía un valor fundamental y determinante, dentro de la empresa del departamento de Defensa, en su acepción más estricta y rigurosamente secreta.

Admitidos los hechos colaterales, tales como el ascenso de John a una posición social y económica en consonancia con su trabajo. La apreciación de su valor como matemático, tras la prueba realizada frente y por los mandos militares. Su boda y embarazo de la esposa, etc, nos permiten considerar que la segunda versión referida en el párrafo anterior ha de ser la verdadera. Y que, por consiguiente, lo que Alicia encuentra cuando trata de ver el Centro, en la nocturnidad, no es otra cosa que un Centro abandonado dado que, al considerar descubierto el carácter de la razón de ser, rigurosamente confidencial, del susodicho Centro, éste se desplazará a nuevo lugar, dentro de su inevitable línea de ocultamiento. Aún así, nos queda en el aire la interrogante: ¿por qué quedaron abandonadas, en el buzón, todas las cartas confidenciales y lacradas del Profesor Nash?.

Sigamos la diacronía secuencial del guión por ver si nos permite ir esclareciendo la trayectoria de un Profesor tan incierto como poco valorado, en sus comienzos, por sus maestros e incluso compañeros de estudios, y que, pese a ello, acabó encumbrado a la máxima categoría,, tras ser premiado con el Nobel.

Dentro del medio estudiantil, supuestamente un colectivo pre-seleccionado para la matemática pura superior, John se conduce con cierta dificultad para el trato con sus compañeros de estudio. Un tanto retraído y tendente al aislamiento. Él mismo es consciente de ello, al definirse como “lobo solitario”. Señala que le veían como con “dos raciones de cerebro y media de corazón”.

Los compañeros oscilan en lo que al trato con John respecta. Se percatan de que  su conducta no es la convencional en el medio en el que se desenvuelven. No saben si contribuir a su integración o proceder a crearle situaciones de prueba en aquellos aspectos que puede ser motivo de complacencia, un tanto sádica, para ellos. A modo de “novatadas”.

Ron Howard, nos brinda, al respecto, cuatro secuencias ilustrativas y determinantes para el subsiguiente curso del film:

John y sus compañeros están en el bar del Centro de estudios. Juegan al billar. Aparece un grupo de chicas. Encuentran la oportunidad para inducir a Nash a abordar a las chicas, conscientes de la dificultad de éste para iniciativas de esta naturaleza. John, “picado”, accede. Se aproxima a una de ellas. Rubia. El planteamiento que le hace, con el fin de que colabore para ganar la apuesta ante sus compañeros, le resultará, obviamente, a la chica, tan inesperado como humillante, lo que motivará que la respuesta no se deje esperar: John recibirá un enorme bofetón. El ridículo, esperado por la malicia de los compañeros, es recibido con regocijo.

John está ubicado en su habitación. Coloca la mesa de estudio en el lugar que estima más apropiado. Junto a la ventana. Sin previo aviso entra un compañero. Impresiona como ligeramente beodo. Se presenta como el compañero que compartirá la habitación con él. John, apenas se inmuta, y continúa con su estudio. El compañero, poco amigo, al parecer, del estudio y más bien de la bebida, interrumpe el quehacer de John y le invita a un trago. John, débil y carente de fuerza para requerir el respeto a su trabajo, cede a la intromisión del recién llegado.

John imparte una clase. Hace calor. La ventana está abierta por y para el alumnado, con el fin de conseguir disminuir la elevada temperatura de la clase. El ruido de un martillo percutor de los obreros que trabajan enfrente impide que John pueda ser oído adecuadamente por los alumnos, por lo que cierra la ventana. Procede, silenciada la clase, a exponer el difícil problema que tendrán que resolver. Entretanto, una perspicaz alumna vuelve a abrir la ventana. De nuevo el ruido. El profesor perplejo. La alumna se dirige a los obreros y les pide silencien, momentáneamente, el martillo, lo que, amablemente, consienten. John acaba exponiendo el problema. Manifiesta que constituye un verdadero reto para ellos.

La serie de referentes expuestos constituyen las respectivas plataformas desde las que partirán las diferentes vías que conforman, en su conjunto, la vida del profesor Nash en su trayectoria exitosa.

En una nueva escena en el bar, John y sus compañeros debaten, frente a un grupo de chicas, la teoría del conjunto. Se menciona la teoría de Smith. John, en esos momentos, fija su mirada en la chica, rubia, bella, que está frente a él. Súbitamente, tal imagen suscita en él una idea acerca de la teoría que se debate. Cree haber descubierto una versión nueva, correctora de la teoría que se daba como indiscutible, ya consagrada desde hacía 150 años. John abandona el lugar, ante la sorpresa de los amigos e, igualmente, de la chica.

Sumido en un estado de abstracción desarrolla lo que, al parecer, es todo un descubrimiento. Hasta entonces, su profesor había desestimado sus trabajos. En esta ocasión, sin embargo, considera que la exposición de su teoría es toda una revolución en el mundo de la matemática superior.

Efectivamente, tal descubrimiento le abre a John las puertas del Centro del Departamento de Defensa. Tras una breve prueba ante el Mando Militar, es requerido para aplicar sus conocimientos en un medio estricto, secreto, rigurosamente confidencial, del Servicio de Defensa. Será su lugar de asentamiento y trabajo.

En su recorrido, John, no ha estado solo en ningún momento. En su centro de estudios, su compañero de habitación, aunque no se distingue por una excesiva exigencia consigo mismo como estudiante, ha sabido detectar los valores de genialidad de John, así como sus deficiencias en el plano social y, particularmente, con la mujer. Con tacto, procurará ser un apoyo y ayuda en el desenvolvimiento de las carencias de John.

Por otra parte, la chica que resuelve el problema del ruido, en la clase, no pasa desapercibida para el Profesor. Como tampoco el profesor para ella. Se percata de que, dado el indisimulado retraimiento del Profesor, tendrá que ser ella quien tome la iniciativa. Se presenta en el despacho de John, con el pretexto de que ha resuelto el problema que había planteado Nash en la pizarra. Pronto deja entrever su verdadera intención, quiere cenar con él. Así lo plantea. John, un tanto sorprendido, supera su estado embarazoso y acepta la propuesta. Naturalmente, los pasos siguientes serán conforme a la fantasía de Alicia y conformidad de Nash: la boda.

Todo parece discurrir felizmente. Alicia está embarazada. John cumple con su trabajo. Los amigos, sí amigos ya, se congratulan de la situación de su antiguo compañero de estudios. Más aún, le admiran. Ello no es suficiente para impedir alguna extravagancia del Profesor en el ejercicio de su función docente.

Sin embargo, un inesperado día, se presenta el Sr. Parcher, quien habitualmente ejerce la función de Control de los pasos de John como científico al Servicio del Departamento de Defensa, y le requiere, con exigencia, que suba en su coche. Pronto le manifiesta que le han descubierto y que son perseguidos. Persecución que, tras el recurso a las armas de fuego, pistolas, se convierte en una lucha por la supervivencia. John, aterrorizado, se protege tras los asientos. Incapaz de coger la pistola del Sr. Parcher, ocupado en la conducción y huida, lo que motiva que sea el propio Parcher quien tenga que desempeñar ambas funciones: conducir y disparar. Larga carrera que, al fin, se resuelve al caer al mar sus perseguidores, hundiéndose dentro de su propio vehículo.

Tal experiencia, que damos por supuesto que fue real y no producto del problema alucinatorio que, como consecuencia del evento, se desencadenará en John, viene a constituir un punto de inflexión, determinante, en la trayectoria que venía dándose, tanto en John como en su familia. Tal evento, expuesto al comienzo de mi trabajo como real, no confusional, viene a ser, por su carácter persecutorio con peligro de pérdida de vida, el factor desencadenante del proceso de psicotización en el que incurre John a partir de ese momento.

Con ello, el film se adentra en una segunda fase en la que el proceso nos lleva tras los pasos de la patología de John.

El evento de la persecución en el coche, con el peligro de ser herido o muerto por los disparos que el perseguidor efectuaba, repercute en la frágil estructura yoica de John, generando un serio brote esquizo-paranoide. Será el diagnóstico del Dr. Rosen, Psiquiatra. John es ingresado en un Centro Psiquiátrico. Presenta delirios alucinatorios, persecutorios. En sus alucinaciones aparece como figura temida Parcher, quien le introdujo en el centro del Departamento de Defensa y, a su vez, su controlador. Más tarde, también, con rango enemistoso, lo vigila, controla e intenta inducirle, su antiguo amigo y compañero de habitación en la época de estudios superiores. John se debate constantemente con la fuerza persecutoria de tales alucinaciones. El Dr. Rosen, tras exponer a Alicia el problema de su marido, procede, con fines terapéuticos, a la aplicación de choques insulínicos. Terapia en boga, juntamente con Electro-Shock, en aquella época. Alicia, espectadora de las convulsiones de su marido, tras la aplicación de los choques insulínicos, se sobrecoge. En realidad, no llega a comprender lo que está pasando, por lo que indagará por su cuenta (momento en el que se acerca al centro donde se suponía trabajaba John, encontrándolo desalojado y abandonado tiempo ha. Será donde encuentra, en el buzón, el paquete de cartas confidenciales que se suponía que John las enviaba al Centro).

Ello será motivo para reforzar la sospecha -¿convicción?- de la naturaleza alucinatoria de sus actos. Es decir, John ha venido viviendo una vida irreal, conforme va deduciendo Alicia y le expone el propio Dr. Rosen.

Si el lector me lo permite, para una mejor comprensión del proceso en el que nos adentramos, haré una breve digresión acerca de las alucinaciones de John.

La base desde la que hemos de partir, sin duda, ha de ser aquella en la que se va configurando el “yo” de la persona. Al respecto, en el caso que nos ocupa, sólo dispongo de escuetas referencias del propio John, donde manifiesta que era considerado como “un lobo solitario” y que “no tuvo familia”.

Tales elementos, de base, unidos a la dificultad que podemos apreciar en su convivencia social, nos permite presumir que John discurre, a la par de una dotación intelectiva, selectiva, excepcional, con un “yo” frágil, inmaduro, apocado y, según el propio John, “con dos raciones de cerebro y media de corazón”.

El desarrollo de su personalidad, si se me permite el término, ha de resultar claramente “asimétrico”. Frente a la genialidad matemática, o su sentido de indagar o de cálculo, nos encontramos con aspectos, especialmente en lo concerniente al trato social, en general y, en particular, a la relación con la mujer, subdesarrollados. En buena parte, podríamos considerar que la potenciación del hiperdesarrollo de su función creativa-calculadora, en interrelación con el conjunto del árbol pulsional de su persona, se conjuga de tal forma que no podríamos afirmar si es la susodicha genialidad de su mente la que sustrae las cargas libidinales que debieran informar el desarrollo de otros órganos pulsionales (instintivos) o, a la inversa, es decir, que las susodichas cargas se desplazan y concentran en el desarrollo, selectivo, que no global, de la pulsión epistemológica, como una fuga de sus funciones específicas. Sea como fuere, podemos afirmar que el substrato básico y el desarrollo de la personalidad de John es altamente atípico, infantil, en buena parte.

Partiendo, pues, de esta realidad diatrófica, cabe presumir la posibilidad de un resquebrajamiento de la persona. Del mismo modo que el edificio de cimientos poco sólidos sobre los que se asienta una estructura asimétrica y sobrecargada de peso.

El peso para John, una vez que ha ascendido a la cima del selecto número de genios, es fácilmente presumible. Damos por hecho que realmente es requerido para la prestación de los Servicios Militares de rigurosa confidencialidad. El acúmulo de exigencias de tal naturaleza, obligado a la máxima reserva frente a terceros, implica un estado de “estrés” permanente. Para John, bastará cualquier imprevisto, fuera de su habitual monotonía, para que se rompa su frágil e inestable equilibrio mental.

Aceptada la experiencia persecutoria como un hecho real, el desencadenamiento del brote esquizo-paranoico, fuertemente cargado de alucinaciones, es perfectamente comprensible.

Como diría Bion, John comienza a funcionar mentalmente con mecanismos 36psicóticos. Su frágil funcionamiento neurótico se ve rebasado por la fuerza del impacto emocional, aflorando la estructura psicótica de base. Se rompe la frágil barrera que separaba la realidad del mundo interior de la realidad del mundo exterior, generando un estado confusional. John vive la visión de sus propias fantasías, fuertemente cargadas de temores persecutorios, como si perteneciese a la realidad externa. De ahí que se acabe diciendo que “está fuera de la realidad”. Y es que su mente funcionante en ese estadío ha perdido su perspectiva tridimensional, de volumen. Su mente es plana, bidimensional. De esta forma, donde él vivencia fuertemente la presencia del enemigo, tal enemigo no está. Se trata de una alucinación. Al estar representada por quienes pudo vivir, en la realidad, como enemigos, reales o potenciales, adquiere un sentido persecutorio.

John, en un gesto desesperado, ante la duda o incredulidad acerca de la veracidad de su trabajo, por parte del Servicio Psiquiátrico e igualmente, de Alicia, trata de mostrar el número -769342- que le fue implantado en su antebrazo izquierdo al incorporarse al Departamento de Defensa. Hace una incisión en el brazo. Sangra. Quienes le encuentran interpretan que pueda ser un intento de suicidio. John, sin embargo, sufre una decepción; donde creía encontrar el número, clave que le abría todas las puertas del Centro, no está. Con ello, se ve privado de la última prueba a través de la cual demostrar que su dedicación tenía una base real, que no alucinatoria.

El hecho, tal y como suceden los acontecimientos, pareciera inclinarnos del lado de un contexto ampliamente alucinatorio, pese a que hasta el momento de la acción persecutoria y, consecuentemente, el desencadenamiento del brote, todo discurre en el film como una continuidad real de la vida de John. Tan es así que, de no estar dándose tal trabajo, difícilmente John podía plantearse un casamiento, una vivienda para la familia y un hijo.

Admitamos, pues, la existencia de la realidad laboral de John, juntamente con la habilidad de los Servicios Secretos para hacer desaparecer, sin rastro, cualquier indicio de lo que, en su día, fue una realidad innegable.

Dicho esto, nos vamos a la tercera y última parte de la película. Vaya por delante que, la fase de internamiento hospitalario de John, como lo que encaramos ahora, por el carácter sanitario en el que se desenvuelve, ha debido realizarse mediante un acertado asesoramiento desde el punto de vista psiquiátrico. Naturalmente, conforme al procedimiento de los años en que se supone tienen lugar tales eventos.

John está ya, de alta, en su domicilio. Alicia no acaba por comprender y asumir la nueva realidad de John. Le cuida, le aporta su medicación, mas no se fía de sus actuaciones. La propia escena donde cree que John está hablando con sus “objetos internos”, evidencia sus sospechas y su incredulidad cuando John le manifiesta que hablaba con el señor de la basura. La visión, por la ventana, del susodicho señor portando el cubo de la basura, tranquiliza momentáneamente a Alicia. Tranquilidad que durará poco, puesto que al dejar a John, momentáneamente, al cuidado del hijo, le descuida en la bañera con  peligro de ahogarle, lo que se evita al acudir la madre impulsada por el temor a alguna omisión, que no acción, con peligro para el niño.

Transcurre el tiempo. John está estacionario. Alicia, más bien resignada. Los años pasan, el niño ya aparece crecido; unos cuatro o cinco años de edad. Las visitas de los amigos se distancian. Alicia no confía, expresando ante el propio John que (espera que) “no le hará daño”. Dispone de un teléfono, de una amiga, en caso de emergencia.

Un día, sin embargo, en Alicia se produce una transformación manifiesta. Mira a John. Está sentado, cabizbajo, en actitud y expresión de tristeza, de soledad. Alicia, enternecida, como si descubriese un John diferente, consciente de su realidad, se aproxima a él, se arrodilla, y con la mano derecha, suavemente, cargada de ternura, acaricia su cara.

El acto, en tanto que denota un evidente cambio de actitud y, a su vez, de trato, marca un antes y un después. Tiene un carácter trascendente.

John sale de su estado estacionario. Si bien sigue debatiéndose con sus “enemigos”, comienza de nuevo a diferenciar entre la realidad interna, fantástica y la externa. John, se va recuperando. Ya se atreve a presentarse en el Centro donde cursó sus estudios. Quiere ver al Director del centro. Sorpresivamente, encuentra con que quien dirige ahora el centro es un antiguo compañero de estudios. Inseguro aún, consciente, pues, de sus limitaciones, se atreve a pedirle una oportunidad de trabajo. No sin cierta sorpresa, se encuentra con una respuesta favorable. Su compañero, el director, quiere ayudarle. Días más tarde, pasará por algún trance desagradable al tener que acudir en ayuda de John, quien ha entrado en un delirio alucinatorio en lucha con sus “enemigos”.

John, sin embargo, se va superando. Su conducta y trabajo es cada vez más ajustado a la realidad y apreciado. A la acogida, confiada, cariñosa y enternecedora de Alicia, le sucede el reconocimiento y aprecio del amigo, con lo que se logra una recuperación tan estimable como meritoria.

Es en este tramo expuesto, a raíz de la aproximación y la forma, gestual, sin palabras, de Alicia manifestándole a John que “le quiere”, la que me permite entrelazar con el momento similar, en el fondo, de David, en el film de “Shine”, cuando posa su cabeza en el regazo de su mujer, quien había decidido anular su compromiso de matrimonio previo, para aceptar la propuesta de casamiento que le hace David.

Ambos momentos y su significado, materno-filial en su posición más regresiva, marca el punto y la forma idónea de partida para la recuperación del paciente psicotizado por resquebrajamiento de un “yo” frágil y carenciado.

Junto a la convergencia en la forma requerida para la recuperación, en buena parte de John y David, regresados y psicotizados, en el ejercicio de sus funciones geniales, el punto de impronta en el que se configura la base que, años más tarde, puede ocasionar un brote, es divergente. En el caso de David, se recordará, se deberá a una manifiesta carencia materna y un masivo intrusismo del “yo” paterno con la suplantación del “yo” del hijo. En tanto que, en el caso de John, si bien son evidentes las carencias tempranas, el problema se irá configurando y desarrollando en su mundo intrapsíquico. Los factores externos son sobrecarga, excesiva por la fragilidad y debilidad del “yo” de John, y, a su vez, desencadenante del brote.

La recuperación de Nash sigue su curso. Logra, al igual que David como pianista, el desempeño de sus funciones como profesor de Matemáticas. Es el momento en el que, justamente, obtiene el reconocimiento del mérito y alcance de su aporte a la ciencia matemática. John es invitado, por un señor desconocido para él, no así a la inversa, a tomar algo en el bar. Lugar que le trae recuerdos que prefiere evitar, por lo que, en principio, se resiste. Al fin, cede. El desconocido señor le comunica que ha sido nominado para Premio Nobel. John no acaba de creerlo, al considerar que tal permio cursa por vía rigurosamente confidencial. No es tal en su caso. Al parecer, en él se ha hecho una excepción.

A la par, en una escena gratamente emotiva, los compañeros que se encuentran, igualmente en el bar, se van acercando a su mesa depositando, en cumplimiento de un rito del Centro, sus plumas. Es la forma tradicional de expresar el reconocimiento a la persona que, por sus méritos, ha engrandecido el nombre del propio Centro.

La escena de la entrega del Premio Nobel, fuertemente aplaudida, viene a ser la culminación excepcional de su ascenso a la cumbre, en reconocimiento del valor y trascendencia de su aporte original a la ciencia Matemática.

Su discurso, breve, parece, sin embargo, olvidar su esfuerzo y categoría como profesional. En suma, lo que él, por sí mismo, ha logrado ser, para referirse, única y exclusivamente, al significado, para su vida, del valor e importancia de una persona: Alicia, su mujer. Dice: “solo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica”

Podríamos resumir: lo que él ha logrado ser adquiere sentido, con preferencia indiscutible, cuando siente que, más allá, como persona, es amado, hondamente querido, hasta la renuncia de parte de la vida propia, a favor del vínculo con él.

Tal principio es aplicable tanto a John como a David (“Shine”).

En términos psicoanalíticos, en tales casos, tendríamos que hablar de un regresión terapéutica mediante el reencuentro con la figura materna, sustitutiva y siempre anhelada, por carencia primaria. Regresión que permite recuperar la función preferente aprendida.